domingo, 1 de mayo de 2016

Demolición y creación

No puedo más que comenzar este compendio citando uno de los trescientos cincuenta aforismos que se encuentran en El Viajero y su Sombra (1879), para denotar que, “profanaré”, con perdón de Nietzsche, una de sus obras, la cual es la mencionada anteriormente y unida a Opiniones y sentencias es la última parte de Humano, demasiado humano. Prosigo:
“17. El que da de un pasaje de un autor una explicación más profunda que la concepción no explica al autor, lo oscurece (…) Pues para demostrar sus profundas explicaciones comienzan por deformar el texto, es decir, por corromperle.” [1]

Tomando esto en cuenta debo destacar que precisamente mi intención en estas líneas será otra; no más que hacer ciertas asociaciones entre el psicoanálisis y distintos conceptos que atraviesan la filosofía nietzscheana; la moral, la racionalidad, la verdad, el bien y el mal... Y, ya desde el psicoanálisis; el significante, el Discurso del Amo, el Discurso del Analista, el Otro, lo inconsciente, etc.
Habiendo precisado estos puntos daré comienzo a lo que aquí concierne.

Algunas consideraciones sobre el psicoanálisis

El psicoanálisis es la praxis de la subjetividad. El caso por caso dicho por Freud no es simplemente una proposición y un accionar del proceso analítico; es una sublevación contra cualquier intento de objetividad o establecimiento de patrones para el abordaje en la clínica. Implica un imposible de generalizaciones para con el paciente, esto es; no hay instrumento alguno, todo-pasa-por-la-palabra. La palabra comporta esa particularidad del sujeto-del-lenguaje. ¿Qué se quiere decir con esto? Que no hay “hombre” sin lenguaje, el sujeto es del lenguaje porque es El Hablado, ni siquiera el que habla. Es decir, el sujeto está precedido por un lenguaje, y no cualquiera, sino el que le otorga el Otro. “El hombre es hombre porque el símbolo lo ha hecho hombre”. [2] 

El significante —la palabra— contiene significaciones exclusivamente únicas del parlanchín que las pronuncia; por ejemplo, un paciente que manifieste tener una “comodidad económica” podría presumirse que lo que está significando es que según su historia —y en comparación con su entorno— actualmente siente un bienestar en cuanto a ciertas “necesidades” están satisfechas. Pero, ¿qué significa tener una “comodidad económica”? ¿Es siquiera posible establecer un parámetro que dictamine que según ciertas facilidades y posesiones que dispongas estarías “cómodo económicamente”? Muy bien, esa “comodidad económica” puede significar que el paciente tenga ya 3 meses continuos de labores remuneradas y que a diferencia de sus antiguos trabajos no ha sido despedido. Más aun; con todas las derivaciones que se puedan formular a partir de esta afirmación –hecha por el paciente– lo “pertinente”, si se quiere, sería preguntarse a qué está apuntando esto. Pero el saber no lo tiene el analista. Precisamente: recae de lleno sobre el analizante, de forma que es “su” discurso; recordemos que “el fundamento mismo del discurso interhumano es el mal-entendido” [3]. Además, cualquier consideración acerca de lo dicho vendría por deseo del analizante. Mencionamos el sentir, lo que inmediatamente nos permite remitirnos a una singularidad, que irremediablemente no se puede estandarizar, reducirla a números o cuantificarla; es en este proceso donde la subjetividad se pierde en pro de imponer un conglomerado de características que pretendan universalizar criterios que abalen un cuadro clínico, dicho de otro modo: encajonar a un sujeto en un diagnóstico donde ya no sea él, sino el diagnóstico –que pasa no por el saber del paciente, sino del clínico- y posteriormente ser tratado en virtud de dicho señalamiento.

En psicoanálisis se habla. No hay nada preestablecido. El pa(de)ciente es quien se enrumba en una dialéctica de lo propio-reprimido, se va develando conforme articula esas cuestiones ásperas o repetitivas de su vida. Pero sobre todo es en los fallidos, los lapsus, los chistes y en los sueños de donde se sustraen las mayores y más significativas elaboraciones. Significativas, en tanto que con ellas se irá desmantelando todo un sistema —sintomático— creado para tapar la angustia.

Cuando digo que no hay nada preestablecido me refiero también a que no hay un tiempo estipulado para el proceso analítico, por lo que debo acotar que estas articulaciones o elaboraciones que he mencionado se darán —o no— distintamente en cada caso. Lo siguiente podría ilustrarnos un poco en cuanto a este último tópico: “La experiencia nos ha enseñado que la terapia psicoanalítica, o sea, el librar a un ser humano de sus síntomas neuróticos, de sus inhibiciones y anormalidades de carácter, es un trabajo largo. Por eso desde el comienzo mismo se emprendieron intentos de abreviar la duración de los análisis. Tales empeños no necesitaban ser justificados; podían invocar los móviles más razonables y acordes al fin. Pero es probable que obrara en ellos todavía un resto de aquel impaciente menosprecio con que en un periodo anterior de la medicina se abordaban las neurosis, como unos resultados ociosos de daños invisibles. (…)”.[4]

En fin, sobre la transferencia hay que mencionar que primeramente denotará un gran impedimento del proceso analítico —vía resistencia—, pero que, aun así, ésta es la más poderosa palanca del éxito”. [5] Al principio del tratamiento, el analizante no habla de él al analista. Después comienza a hablar de él pero no al analista. Finalmente, habla de él al analista y ahí podría decirse que hay un final de análisis".[6]

Parirte en las palabras

La poesía es la máxima expresión de la estética del verbo, es, etimológicamente hablando, hacer. Con el discurso poético nietzscheano se articulan hondas cuestiones de la existencia humana. El psicoanálisis hace lo propio en su dispositivo y también goza de un discurso. La obra “El Viajero y su Sombra” dispone de un diálogo inicial y final excepcionales por su contenido tan demoledor: implican un espacio para el hablar con la eterna sombra que “ha estado detrás” del hombre desde sus orígenes. El vuelo poético de hacer con la falta es una creación que sólo da cabida para un cuerpo.

Nota: los diálogos aparecen en la introducción y el final de la obra El Viajero y su Sombra (1879) de Friedrich Nietzsche.

El martillo nietzscheano.
Si entre líneas algo se puede leer en Nietzsche es cómo un gran Amo, llamado Cristianismo, ha imperado incesantemente en el hombre de la cultura occidental, ¿de qué forma? Ha intentado suprimir lo visceral; la figura de Dios ha sido el padre que somete por excelencia a los hombres que se entregan a la fantasía que pretende hacernos no-castrados, en pocas palabras; la que nos ofrece una vida posterior en un paraíso celestial, al costo de, paradójicamente, mutilarnos; es chistoso, para gozar de la eternidad tienes que dejar de ser.

La invención de Dios “resuelve” el problema de “La Verdad”, en tanto que todas las preguntas pueden ser respondidas, de hecho, no hay preguntas, la voluntad de Dios es incuestionable. Ese gigante otorga su gracia y con ella nos regocijamos, él nos indica, nos traza, en fin, con él nos dirigimos... Todo esto se puede tomar como ilustración para hilarlo con palabras más simples: el bien y el mal. De estas dos palabras se desglosan un sinnúmero de significantes que determinan el posicionamiento subjetivo de una persona: Lo Bueno es la alabanza, la obediencia, el martirio, el perdón, amar al prójimo. Ser en tanto sirvo; dame los mapas y yo seré tu esclavo. ¡Cuánta mentira! ¿Cómo se puede amar al prójimo cuando le otorgo mi vida a un Amo a cambio de su Gran Luz?
“La Completud” y “Lo Uno” imposibilitan al ser... Lo convierten en el sujeto-a-LA-palabra. Incluso, ¿cómo se puede hablar de libre albedrío cuando Dios intercede en los asuntos de los mortales? Esto es lo que se expresa a través de las siguientes y populares exclamaciones: “¡ha sido la voluntad de Dios!”, “¡Dios así lo quiso!”, “¡Dios siempre sabe lo que hace!” ¿Entonces quedas absuelto del hecho? ¡Vaya! Si bien ya no eres responsable de tu vida ahora tampoco lo eres de tus acciones. Y más allá de todo esto, cómo se puede ser libre cuando ya tu cuerpo está encadenado al deber, a cumplir, a la obediencia, al silencio. Si no se habla, la voz se pierde. Entre tanto ¿dónde está la singularidad? ¡Qué atrevida pregunta!

Las pasiones han sido laceradas, lo propio no ha tenido lugar. Pero es que lo subjetivo comporta quitarse el beneficio de la cómoda ignorancia, es decir, no saber es bastante fácil; hay un goce en la alienación. Eximirse de la creación entiéndase como único acto de la singularidad corresponde estar al servicio de una figura directriz, es este el gran tapón de lo Real, entregarse al Amo para que te “llene” de sentido, vertiendo sobre ti su saber que te “completa”. Palabras más, palabras menos: “El hombre olvida al ser para consagrarse al dominio de los entes” [8]. Heidegger lo tenía claro.

Ahora bien, toda esta cuestión moral-religiosa que se ha mencionado parafraseando un poco a Nietzsche sirve para metaforizar el Discurso del Amo propuesto por Lacan, el cual consta de cuatro términos y cuatro lugares: primeramente, en el lugar de “agente” se encuentra el significante amo (S1) por encima del sujeto barrado ($) que tiene el lugar de “verdad”. Luego está el saber (S2) ocupando el lugar de “Otro”, sobre el objeto (a) que tiene el lugar de la producción. Más claramente se expresa así: 


Lo que queda entonces es que los significantes amos S1 le imponen un saber y dirigen un discurso al otro S2, debajo de esto está un sujeto tachado o barrado $ y finalmente un efecto, un “plus de goce”, objeto (a).

Sigamos; los significantes vienen dados por el gran Otro, figuras parentales, Dios, Estado, Sociedad al cual Lacan denomina como A, y la función de éstos es taponar la falta del sujeto barrado $, es decir, el atravesado por el lenguaje; los significantes amos están por encima del sujeto barrado en tanto que ellos lo representan.

Ante todo esto, el $, que puede ser denotado como “inconsciente sujeto” ocupa el lugar de la verdad, que por excelencia es lo inconsciente descubierto por Freud; éste no miente y aparece en cualquier momento para romper con S1 por medio de sueños, chistes, lapsus, equívocos, etc. Luego, por otro lado se tiene a S2 que se puede nominar como “inconsciente saber”, este es el de la asociación libre, el que se pone a trabajar, el que empieza a producir un saber alrededor del lapsus, y se encarga de reordenar estos S1” [9]. Finalmente se tiene que el objeto (a) es lo que “cae”, lo que “resta” de la operación, por ello se ubica en el lugar de la producción. Es en este último en el cual se encontrará “algo” de lo Real.

Me serviré de un aforismo nietzscheano para ilustrar el lugar de la “verdad” -vía onírica- del sujeto barrado. Parece protoanalítico:

194. El ensueño. — Nuestros ensueños son (en el caso excepcional en que se prosigan y acaben, pues, por lo general son una chapucería) encadenamientos simbólicos de escenas y de imágenes en sustitución de un lenguaje poético narrativo. Modifican los acontecimientos, las condiciones y las esperanzas de nuestra vida con una audacia y una previsión poética que nos asombran siempre por la mañana, cuando los recordamos. Prodigamos demasiado nuestro sentimiento artístico durante nuestro sueño, y por esta causa nos sentimos tan desprovistos de él durante la vigilia. [10]
Precisamente de los sueños es que el psicoanálisis se sirve, sabemos que son “la vía regia para llegar al inconsciente”, justamente en ellos es donde lo Real mediante la angustia empuja y se rompen las censuras, incluso con éstos y a través de la elaboración se pueden encontrar grandes contenidos significativos para un proceso analítico. En el sueño retorna lo reprimido, por tanto con él se puede bordear lo Real del invento lacaniano llamado objeto (a). Lo que se hace en un análisis es totalmente la inversa del Discurso del Amo, se llama el Discurso del Analista y se expresa así: 







Es con este discurso que se trabaja en un dispositivo analítico, de manera que subvierte al del Amo y se explica de la siguiente forma: El analista debe ubicarse en el lugar del objeto a, el agente real de la cura para inducir desde allí la producción de significantes amos por parte del analizante. El analista dirige la cura, no dirige al analizante; por eso, cuando interpreta durante la sesión, lo hace desde la perspectiva del objeto a, no de lo que cuenta el analizante. Con frecuencia guarda silencio, lo cual permite al analizante producir nuevos significantes y crea la oportunidad para que el sujeto del inconsciente se manifieste. También puede decidir acortar el tiempo de sesión, como medio para escandir el habla del analizante. Pero, ante todo, el analista está allí para empujar al analizante a hablar, alentándolo a asociar libremente y contrarrestar así la represión y la censura. En último término, lo que está en juego en la posición del analista es la transformación de su conocimiento teórico en herramienta que trabaja en el registro de la verdad del sujeto. Por efecto transferencial el analista es para el analizante el "sujeto supuesto saber”, y el objeto de sus fantasías y deseos. Desde la posición del objeto a el analista va a interpelar al otro como $, como sujeto en falta, sujeto dividido, de quien se espera que produzca los significantes amo, S1, en los que su verdad se encuentra alienada”. [11]

           Revisar la obra de Nietzsche permite dar cuenta de la apuesta que hace por la singularidad y el valor que da a las propias pasiones, que, en definitiva, son las que están íntimamente ligadas a una verdad; la singular. “crear, ésa es la gran redención del sufrimiento, así es como se vuelve ligera la vida”. [12]

El viajero camina y con él lleva su sombra, su fantasma... Sabe que se ha construido en base a palabras, y que con esas mismas palabras es que puede entablar un diálogo. El Viajero y su Sombra es la expresión del sujeto-falta.

Referencias

[1] Nietzsche, F. El viajero y su sombra (1879). Fontana, 2013.
[2] Lacan, J. Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis (1953-1956), Escritos I  Siglo XXI, México, 1976.
[3] Lacan, J. El Seminario 3 Las Psicosis (1955-1956). Paidós, 2014.
[4] Freud, S. Obras completas. Vol. XXIII. Análisis terminable e interminable (1937) Ed. Amorrortu, 1980.
[5] Freud, S. Obras completas, Vol. XII.  Sobre la dinámica de la trasferencia (1912) Ed. Amorrortu, 1980.
[6] Lacan, J. El Seminario 1
[7] Nietzsche, F. El viajero y su sombra (1879). Fontana, 2013. Introducción.
[8] Heidegger, M.
[9] Macri, S. El inconsciente lacaniano en la sesión analítica: el discurso del inconsciente. Seminarios CEIP-extensión, (2010).
[10] Nietzsche, F. El viajero y su sombra (1879). Fontana, 2013.
[11] Gutiérrez Vera, D. La textura de lo social, Revista de Psicoanálisis y Cultura N° 16, 2002.
[12] Nietzsche, F. Así  habló Zaratustra. (De la superación de sí mismo)

Microensayo del libro "La Venganza del Inconsciente" de Nelson Torres.



“…Mientras Superyó continúa pendiente de la vida de los demás, el átomo sigue su indetenible, magistral y sorprendente evolución…”. Nelson Torres- La Venganza del Inconsciente (1977)

  
Desde el prólogo, ya se advierte al lector de qué irá en cierta forma “La Venganza del Inconsciente” (1997) diciendo que:
 La venganza del Inconsciente (o aún mejor La venganza del Vecino, como el autor lo llama) es un libro fascinante, fácil de leer, y por sobre todas las cosas, útil. Disfrute cada página sin prejuicios, pues fue hecho para usted. Ante cada emoción que sienta durante la lectura recuerde que su YO puede negar la verdad, pero el vecino ¡NO!

            El libro presenta una lectura totalmente inmersiva, donde se estará en constante “comunicación” con el autor. Asimismo no se necesitará de conocimientos profundos en la materia —psicología— para su disfrute, goce, satisfacción y emoción durante el viaje que se emprenderá desde la primera hasta la última palabra.
            Una de las cosas que “sorprende” y a su vez entretiene es el uso de neologismos propios del venezolano, con esto se logra una fácil comprensión y un acercamiento hacia un público más amplio, lo que da como resultado una asimilación simple de lo que se expresa, reiterando que no se necesita de un coeficiente intelectual de 150 para quedarse al menos con lo esencial. 
            El Inconsciente… él relata quién es, cuáles son sus venganzas en general, y el porqué de éstas, es, por supuesto, el protagonista… Es el verdadero “YO”. Es y no es Nelson Torres el que habla en “La Venganza del Inconsciente” (1977), no es porque no es él, pero a su vez sí es él porque es su Inconsciente (el “YO” real) quien escribe cada una de las páginas… Es por ello que en ciertas partes del libro el Inconsciente se refiere a Nelson Torres como si éste fuese ajeno a él —en otras, también como alguien cercano, pero siempre como “otra persona” —.

Torres quiere y busca que todos se gradúen de “Hombres Humanos”. 
¿Quiénes son estos “Hombres Humanos”?:
Los Hombres Humanos, con un alto nivel de inteligencia y un potente EROS aspirando no sólo ser buenos, nobles, humanitarios, ecologistas y colectivistas, si no hacer contacto con otros niveles de energía. A estos los matan por “pendejos”. ¿Quién los manda a hablar y a ser como son, verdad?

Además, sentencia: “…son los hombres humanos que no piden nada a Dios. Le dan, siendo útiles a la humanidad, a la naturaleza y a sí mismos”.
            El Inconsciente de Nelson Torres aclara que: "La única intención que conlleva este libro es serle útil a tantas personas que están padeciendo enfermedades o dolencias que se tornan crónicas y repetitivas sin explicación alguna".

            Algo que parece cuestionable es cómo determina que esto "cosa(A)" dará lugar a aquello "cosa(B)", ¿por qué lo de cuestionable? Generalmente se está acostumbrado a creer que ciertas enfermedades o patologías son únicamente producto de procesos o alteraciones biológicas, pero lo que propone Nelson Torres con esa "venganza del Vecino" es que además de lo meramente orgánico está lo psicológico, como algo casi codependiente, es decir, estos están estrechamente relacionados. Nelson apuesta por un enfoque de origen emocional, el cual le arroje otro tipo de respuestas, de manera que dice lo siguiente:

Problemas con el ESTÓMAGO, es que usted tiene un “asunto pendiente” (Perls), “Un problema no resuelto” (Rogers), “una piedrita en el zapato” (Nelson) con su señor PAPÁ. Y le pueden efectuar todas las endoscopias, gastroscopias, administrar todos los mejores fármacos y hasta tanto usted no solucione sus conflictos con su papá, la acidez, gastritis, úlceras, estreñimientos y gases continuarán haciendo de las suyas.

            Esto genera cierto escepticismo debido a que algunas de las primeras cosas que se pueden pensar al sufrir dolores estomacales es que seguramente la persona se  pudo haber comido algo que le pudo haya “caído mal”, también se puede pensar que con un juguito de lechosa se resolverá la cuestión o simplemente si es muy repetitivo se acudirá inmediatamente a un gastroenterólogo, pero muy rara vez se tendrá la posible idea de que esto sea producto de algún conflicto de seriedad con su padre. No se está muy frecuentemente adaptado a pensar tal cosa, pero así como se citó este ejemplo están otros más que pueden parecer “poco creíbles”, o de dudosa  confiabilidad, pero no como para descartarlos, ya que sí que poseen lógica.
            En contraste se habla de las alergias, las cuales indudablemente tienen su origen “orgánico” como muy bien lo dice el Inconsciente de Nelson Torres, y otras, por el contrario, de génesis psico-emocional, como por ejemplo el brote o comezón en el pecho ante situaciones en las que se sienta rabia —ésta la padece mi madre— o la sudoración excesiva, enrojecimiento en brazos, cuello, axilas y picazón ante nerviosismo, inseguridad o cualquier tipo de incomodidad que pueda generar “arrechera” —ésta la padece mi hermana—.
            Muchas son las enfermedades que menciona Torres las cuales pueden ser  producto de algún problema psico-emocional, entre ellas se tienen: artritis, sinusitis, problemas con el estómago —ya antes mencionada—, asma, lupus etc… ¡Qué labor la que ha hecho! Impresiona el saber qué tan suicida se puede ser, ¿quién diría que el lupus pudiera ser causado por “…problemas severos de rencores o culpas con ambos padres…”? ¡Bendito el día en que se duda!
¡De mi estilo de pensamiento depende mi Vida!” Qué bonita frase propicia Nelson Torres… él también dice:

Sin el permiso de Descartes, PIENSO, LUEGO SIENTO Y DESPUES SEGREGO. Esta es la dinámica: Si tengo pensamientos de miedo, de rabia o de rencor en el acto segrego ADRENALINA. Si tengo pensamientos de tristeza, decepción, culpa o desesperanza, me agobio e inmediatamente segrego MIXTALINA; en cambio, si pienso en alegrías, éxitos, amor y vivo expresando gratitud, todo mi cuerpo se inunda de ¡ENDORFINAS!

            Se puede ser víctima, victimario y/o también salvador, simple… Cualquiera pudiese torturarse cada día diciendo lo miserable que es su vida hasta que evidentemente muera como alguien miserable. A su vez se puede creer que se es el centro del cosmos y por ende todo lo malo le sucede,  de esta forma la persona se podría ahogar en depresiones y melancolías que vayan matando(la) lentamente… De las maneras en las que se puede morir son muchas, Torres menciona en cierta forma al cáncer y a los infartos como armas mortales por excelencia en esto de vivir “enrollados”.

Y entonces: “¿Habrá entendido tu Superyó que de nada sirve continuar con tantos rencores, sentimientos de venganza, culpas, miedos, tristezas y desesperanza porque al pensar todos los días así, sentimos y segregamos adrenalina o mixtalina?”. Nelson Torres.
            En otro orden de ideas, se evidencia la "lucha" constante entre el Inconsciente y el Superyó, en la cual está el Superyó como un "ente" que vela por los principios, la moral, y todos aquellos cánones que estén establecidos.
            Del otro lado de la moneda se tiene al Inconsciente, el que hace lo que quiere y cuando quiere, el que no le importa el qué dirán,  y el que es capaz de hacer sufrir o hasta matar a "YO" si Superyó lo limita o lo cohíbe. Si al inconsciente se le reprime esto le traerá unas graves consecuencias a "YO".
            En parte, Nelson Torres describe al Inconsciente de la siguiente forma: "soy altamente sensible y sumamente inteligente. Sensible para crear transparencias bien artísticas e inteligente para ordenarlas a fin de que la presentación de mis ideas, ante los jefes, salga perfecta y convincente…". El Inconsciente claramente es el “YO” auténtico.
            Por otra parte, seis “caos” —así los ha llamado Torres— son propiciados por el Superyó en su afán por tratar de perfeccionar todo cuanto pueda y regirse por cada una de las malditas normas y directrices que van dominando e inhibiendo a el “YO verdadero”. 

    Se tratará uno en cuestión que será el “5º Caos: "Angustia Espiritual”.



              ¡Sé útil! —ésto es lo que propone Torres— ¿para qué pedir cuando ni siquiera se ha dado un poquito?, que no se pida, ¡que se haga! Sea quien sea su Dios, éste, sin más ni menos, le ha dado absolutamente todo lo que se pueda tener, incluyendo el aire que respira, la familia —por muy “buena” o “mala” que le parezca—, etc. Es más, le ha otorgado vida, ¡Sí, la vida! ¿Qué cosa mejor que la vida? Con sus dulces, innumerables y gratas imperfecciones es magnífica siempre y cuando se lo permita. ¡La vida es posibilidad!, y como posibilidad hágase lo mejor que se pueda, pero hágase… No se debe esperar por un ficticio paraíso, ¡NO! La vida es hoy, y sólo hay un día en el que se puede hacer algo, hoy, ni ayer ni mañana servirán, sólo hoy… ergo, convierta esa posibilidad de todas las posibilidades —como decía Heidegger, refiriéndose al ser— en algo grato, disfrute hasta en el sufrimiento, pero siga, siga adelante… Que la imposibilidad —la muerte— aguardará a que sea abono, y en ese momento no habrá paraíso o infierno alguno, esos dos están en la Tierra, sólo depende de una persona el vivir en uno o en el otro. Dudo que el hombre en algún momento esté conforme con su estancia en la Tierra o con su tiempo de vida, es por ello que él mismo se ha inventado una vida después de la muerte, para en cierta forma sanar ese desespero que es inminente cuando se está cerca de los últimos días… Ha sido difícil, y de hecho lo sigue siendo el aceptar que son y serán para dejar de ser... las preguntas que han angustiado al hombre y que lo siguen angustiando son las que han parido a esa innumerable cantidad de Dioses —todos irreales— que llegan para “responder” y calmarlo de forma tal que necesita de fe y no de razón para creer, por supuesto… ¿cómo se va a necesitar razón para algo que fue producto de una irracionalidad? En fin, el hombre tiene que ser para el hombre, ya que él mismo es su único e irrepetible Dios.

           De lo que se está hablando es que se tenga un pensamiento co-activo, de alejar ese pensamiento caótico generador de “mierda” a diestra y siniestra, ¡llénese de endorfinas! Hay que crecer y tener la esperanza de que es posible graduarse de “Hombres Humanos”, no se está hablando de una quimera, aunque se esté en el “autobús histórico de los Humanoides”. Los Humanoides básicamente son los homínidos no-humanos.

   
¿En algún momento el Inconsciente dejará de vengarse?, Torres afirma: 
        Cuando la humanidad rece menos y provoque, sin miedo, la reingeniería de su pensamiento, trabajando adentro, transformando los resentimientos en razonamientos, las culpas en perdón, la decepción en responsabilidad, la agresión en ternura, la envidia en creatividad, la soberbia en goce y las neurosis en Armonía, sólo entonces el inconsciente dejará de vengarse y todos podremos disfrutar de este hermoso planeta azul y nos lanzaremos a descubrir la extraordinaria arquitectura del Universo que es la otra jardinería brillante que espera por nosotros...

                ¿Un pensamiento utópico? Seguramente... “la humanidad” no pareciera que haya hecho eso alguna vez en toda su historia, tal vez algunos hombres han contribuido con grandísimos avances, pero pensar que todos llegarán hasta ese punto puede causar hasta gracia, se han dado pequeños pero considerables pasos, aunque falta mucho por recorrer...

          Pero la balanza no debe estar inclinada hacia un lado… El equilibrio es fundamental, ¿cierto? Hay que ser grises en una escala de grises, ni blancos ni negros… Si destrucción es construcción entonces se tiene que ver si de los pedazos que quedaron de lo “malo” se encuentra algo “bueno”, nada más que eso.